domingo, 16 de septiembre de 2007

EL TERREMOTO DEL SUR

Viajé a la zona afectada por el terremoto del 15 de agosto, en Ica, Perú, para conocer en persona la magnitud del desastre y contribuir con un grano de arena a esa avalancha de solidaridad que llegó al Sur una vez ocurridos el sismo de 7.9 grados y el tsunami que le siguió. Duele encontrarse tan lejos de la propia tierra en un momento así y mi afán era abrazar su dolor para transmitir un poco de esperanza.

Estos niños deben dormir en la calle bajo rudimentarias carpas de plástico que no consiguen aislar el frío. Estamos en plena plaza de armas de Chincha Baja, convertida en el refugio temporal de cientos de damnificados.

La cuatricentenaria iglesia de Chincha Baja se vio tan afectada que el pueblo decidió declararla en peligro de desplome. Tendrá que ser demolida.

La iglesia se encuentra en una situación calamitosa pero la gente de Chincha Baja no se olvida de Dios. La misa se celebra hoy en plena plaza y un paracaídas sirve de altar para proteger a los santos de la garúa y el polvo que despiden las casas derrumbadas.

Conmueve la contemplación de este sagrado altar guarecido bajo un paracaídas del Ejército. Nadie se libra de los efectos del terremoto.

Una gran catástrofe y una desgracia personal. Este hombre nos muestra su hogar en ruinas. Era una casa recién terminada, hecha con mucho sufrimiento para vivir con la mujer con la que acaba de casarse.

En Tambo de Mora las casas se hundieron y se deformaron de una manera nunca antes vista.

Este jubilado recuerda cómo, durante el terremoto, el suelo en Tambo de Mora se agrietó, se abrió y por esas rajaduras salieron disparados chorros de agua. Creyó que era el fin del mundo.

Esta dama nos ve llegar y lo primero que hace es mostrarnos su hasta hace poco hermosa sala. En la noche del terremoto una ola marina de gran tamaño inundó el pueblo y arrastró toneladas de barro.
Así duerme la gente en todo Ica, en carpas de verano que no abrigan pero que al menos brindan privacidad. De no haber sido por las donaciones de ropa, frazadas y alimentos, esta niña habría podido enfermar.

Hasta hace una semana este barrio respiraba alegría, risas de niños y saludos de vecinos. Hoy decenas de distritos en Chincha e Ica parecen pueblos fantasmas, con todas las casas en inminente desplome o francamente inhabitables.
Era como si la tierra fuera de mazamorra, un terremoto que no remecía sino que se movía en ondas, en oleadas, como si el piso fuera una nata sobre el mar. Reuní a los habitantes de una de las zonas más afectadas en Tambo de Mora y les dije que los peruanos en el exterior estamos preocupados por la situación que vive el Sur. Que se enviaron varias toneladas de donativos y que había más en camino.

Ellos se mostraron agradecidos y todos rezamos en un sencillo acto de comunión en el que pudimos darnos cuenta que las palabras de amor pueden ser tan necesarias como el mismo pan y el agua.
Preocupados en la reconstrucción de sus hogares, ahorrando cada centavo para ladrillos y cemento, hasta un sencillo donativo de víveres es acogido con mucha gratitud. Yo les agradecí por haberme dado la oportunidad de ser útil.

En Pisco uno debe cerrar los ojos y rezar. Los muertos que yacían en medio de esta plaza ya están enterrados. Hay tanta confusión, polvo y desesperanza en el aire de esta catigada ciudad que la impotencia nos invade.


La gente de Pisco camina entre los escombros tratando de reconocer lo que fue su ciudad. Camino sobre lo que fueron bellas casonas. Aun se pueden escuchar los pedidos de auxilio de decenas de personas atrapadas debajo de las paredes de adobe. Muchos murieron por la falta de una reacción rápida del Estado. Es que simplemente la telefonía colapsó y el presidente García no supo hasta el día siguiente de la magnitud de la tragedia.

Por qué te ensañaste con mi país, Dios mío. Qué destino nos tienes reservado.

Paso por la iglesia de Pisco y pienso en la cincuentena de personas que fueron aplastadas aquí bajo toneladas de adobes. Más de 500 personas murieron desde Lima hasta Ica. Que esto no se quede en tragedia. Que se convierta en una gran oportunidad.

No hay comentarios: